Sobre lo ocurrido en París.

Empezamos la semana de una forma muy trágica. Los terribles atentados de París han dejado consternado a medio mundo. Más de 100 muertos en una sola noche, varias bombas, tiroteos, rehenes, heridos… Sangre.
Con estas muertes, como con cada muerte perpetrada por el «Estado» Anti-Islámico, no podemos más que llorar y pedir paz.

Pero, ¿qué hay más allá de estas muertes?   
Mi sincera opinión: nuestras manos también están manchadas de sangre desde el momento en que vendemos armas a los países para hacer la guerra. Nuestra hipocresía nos delata cuando nos ponemos la bandera francesa y no la libanesa, egipcia, iraquí o siria, o muchas otras. Nuestro racismo sale a la luz cuando recriminamos a los árabes y a los musulmanes por los atentados de un grupo terrorista. Y, sobre todo, nuestra humanidad se apaga cuando cerramos las puertas y construimos más muros a las primeras víctimas de estos terroristas, los primeros que huyen de ese terror, con el cual convivían cada día, lo tenían a la puerta de sus casa, en sus calles… Cuando negamos la entrada a todos esos refugiados, les estamos negando la dignidad.

Que las penas más grandes caigan sobre los que siembran terror. 
Que el mayor apoyo se ceda a quienes más lo han sufrido. Y, aunque hemos perdido muchísimo, está más que claro que no somos quienes más han perdido…

Acerca de Andrea G.

Estudios semíticos e islámicos
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